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jueves, 22 de abril de 2010

BARNEY HOSKINS - TOM WAITS. LA COZ CANTANTE. BIOGRAFÍA EN DOS ACTOS.

Genio, músico, poeta, excéntrico, marido, padre, comediante, vocero, transgresor, maestro, vanguardista, extravagante, bailarín, romántico, fugitivo, fabulador, auténtico. Se podrían llenar extensos párrafos intentando definir a Tom Waits, proyecto que se saldaría con un inevitable fracaso, pues se trata de uno de los artistas más inclasificables de nuestra era. Para intentar acercarnos a la personalidad del músico californiano aparece ahora La coz cantante. Biografía en dos actos, editado por Global Rhythm, un texto mayor del reputado periodista Barney Hoskins, esencial para quienes quieran acercarse a la personalidad de Waits. Por supuesto, la obra es una mera aproximación a un carácter único, para empezar, Waits no habla con el autor. Además, el propio artista intentó dinamitar el proyecto y amigos como, Keith Richards o Elvis Costello declinaron dialogar con Hoskins tras recibir una llamadita del músico. A pesar de esto, el texto es lo suficientemente atractivo como para disfrutarlo, ya que, a Hoskins le avala su obra anterior Across the great divide, el mejor análisis sobre la carrera de The Band, y más recientemente trató el folk-rock de la costa oeste en Hotel California, un fantástico relato de las andanzas de Eagles, Jackson Browne, Neil Young, los Byrds y demás en una época dorada para la música, por cierto que, en este libro también se incluían referencias a Waits.
Ahora Hoskins pretende indagar específicamente en la carrera de Waits, que abarca ya cuatro décadas, un paseo crepuscular por la vida de un hombre que ya es leyenda de la música, un tipo que creó un personaje monumental y una manera única de contar historias. No sólo es su música, tan personal, sino también unos relatos descarnados acompañados por una voz que se emparenta con la del mismísimo diablo, si es que éste tuviera una garganta reconocible. Al tiempo, durante todos estos años Waits fue construyendo un personaje que no admite comparación con ningún otro en la historia de la música. De alguna forma, aplicó a su extravagante carácter las viejas enseñanzas de su amigo Bob Dylan, quien también forjó su propio mito con historias personales en las que cuesta distinguir realidad de ficción. “Asegúrate de que la demanda sea mucho mayor que tu oferta. El público es un animal salvaje. Conviene no alimentarlo demasiado”, dijo Waits en el 2004.
Waits apenas ofrece pistas de su personalidad. En las pocas entrevistas que ha concedido, le gusta jugar con el periodista y propone gigantescas metáforas que ayudan tanto como despistan en el intento de acercarse a vida y obra. Como dice en una oportunidad: “El mundo está haciendo música todo el tiempo. Predicadores callejeros, trenes acercándose, niños cuando suena el timbre, multitudes hambrientas, una orquesta afinando, la panceta en la sartén, una estampida de elefantes, el mechero “Zippo”, tractores, lechuzas (...)
El músico contó cierta vez que nació en la parte trasera de un taxi. También cultivó a conciencia su imagen de vagabundo beatnik, alojándose por voluntad propia en las habitaciones de los hoteles más sórdidos, donde era imposible ver el color de las baldosas al quedar tapadas por infinidad de vinilos rotos, revistas censuradas, botellas de licor barato, colillas babeadas y zapatos sin su par correspondiente. Luego, a finales de los '70, tuvo una salvaje relación con Rickie Lee Jones, otra artista singular, y a comienzos de los ‘80 encontró la estabilidad junto a Kathleen Brennan. Ella trabajaba en los estudios Zoetrope de Francis Ford Coppola y se acabaría convirtiendo en algo más que su mujer. Con Brennan halló no sólo a la madre de sus hijos, sino también a una colaboradora en el arte de escribir canciones y en vivir una vida más saludable. Ahora Tom Waits dedica su tiempo a disfrutar de su familia, sacar discos de tanto en tanto y ofrecer giras esporádicas a las que el personal asiste con lágrimas en los ojos a un espectáculo único en todo el mundo. Para deleite de los oídos más desacomplejados queda su obra, llena de discos tan memorables como The Heart of Saturday Night, Small Change, Blue Valentine, Rain Dogs, Bone Machine, Mule Variations y muchos más.
Dijo hace tiempo: “Editas las canciones porque es verdad que las cosas aterrizan en tu patio como meteoritos. Las canciones tienen un efecto auténtico en ti. Se sabe que las canciones salvan vidas. Algunas son terapéuticas. O quizá algunas son asesinas. Algunas morirán en el parabrisas y algunas nunca saldrán de casa. Las golpeas, pero nunca se van. Otras no pueden esperar para salir y nunca serán escritas. Son pequeñas bastardas desagradecidas. Sólo hay una razón para seguir escribiendo canciones y fue lo que dijo Miles Davis: que estés cansado de las viejas canciones”. Y ahí sigue, alimentando su elusivo genio, fugitivo de su propio mito. Glitter and Doom es el nombre de su última gira, y también el nombre de su último disco en directo. El álbum recoge varios temas que interpretó durante aquella gira, en la que ofreció escasísimas concesiones a los viejos tiempos, centrándose en su material más nuevo. Por aquí desfilan delicias como “Lucinda”, “Falling down” y muchas más. La deconstrucción del blues llevada hasta sus últimas consecuencias. Además, también se incluye otro disco con varios de los delirantes monólogos con los que suele deleitar a la audiencia en sus conciertos, aunque se requiere tener un apreciable manejo del idioma para entenderlo.
Párrafo aparte su espectacular interpretación en la ultima película del director Terry Gilliam, El imaginario del Doctor Parnassus donde su papel protagónico es representar al mismísimo diablo, con un puntaje que sobresale su esencia misma y que tan bien sabe sobrellevar. Nadie mejor que él podría interpretar ese papel, sin dudas. El gran Tom Waits... la encarnación de nefistófeles sobre la tierra.
Diego Bochor.-











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